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G
miércoles, octubre 24, 2012
Apuntes para pensar la autonomía desde el arte.
* Texto leido en la mesa de la Trienal II. Espacios independientes, autogestionados y/o autónomos: Para qué?
Para la imaginación antagonista, existe una diferencia clara entre independencia y autonomía, algo no muchas veces debatido, pero que resulta pertinente a la hora de debatir la cuestión de la Independencia en los regímenes actuales del biopoder. Establecer distancias entre autonomía, autogestión e independencia resulta clave para comprender las prácticas de producción transdisciplinarias a nivel local.
Decimos distancias no para construir el ghetto sino para acceder a ese momento liminal en que comenzamos a pensar un nosotros desde dentro, construyendo espacios de crítica hacía la representación como una forma de deconstruir aquella realidad política del contexto de producción capitalista. El imperio de la representación como un momento de máxima estetización del arte contemporáneo, sus táctica y/o estrategias de sobrevivencia como espectáculo en sí mismo.
Ideas como autonomía, autogestión e independencia en el arte, están conectadas con los modos hegemónicos de subjetivación en las sociedades neoliberales como la nuestra. Es por eso que la primera acción sería la de una autocrítica.
La Primera pregunta evidente sería entonces acerca de una política de la imagen aquí y ahora…Que hacemos aquí?.. entiéndase la Trienal II.
…Representar la prolongación de una política de gobierno fallida, continuar a pesar de todo el juego del estado- nación, la ficción de un Chile, de una nación, de un Pais.
Básicamente, es en esta representación reformista de las políticas culturales donde surge el problema que proponemos definir como mito, el mito de la Independencia en tanto representación de una falsa soberanía de sí mismo. Pero además, como una afirmación que evidencia la precarización histórica de la subjetividad burguesa, como fuerza normalizadora de la realidad contemporánea.
El intento de una propuesta alternativa /crítica con respecto al vacío de las politicas culturales de un estado, indicar el vacío como una forma de señalar un sentimiento de pérdida, el deseo de soporte efectivo/ afectivo, serían un ejemplo de este discurso normalizador que categoriza y territorializa dentro de la ideología del estado-nación.
A partir de estas ideas sentimos que independencia, autonomía o autogestión, no son prácticas equivalentes ni significan ideas o modos de hacer que contengan una misma intensidad crítica.
En medio de este debate la independencia como idea dialoga desde dos posibles miradas. La cuestión del estado y su relación con el mercado en tanto aparato colonizador de la vida, y por otro la supuesta Independencia de los espacios y propuestas de arte autogestionados en Chile.
La relación más básica sería que, así como el Estado regulado por el mercado no garantiza la libertad de los individuos, no se puede hablar de una Independencia política de los espacios de arte mientras estos estén financiados, patrocinados, subsidiados o como sea que se pueda definir su relación con la entidad de mercado que financia su esfuerzo. Por tanto, la idea de independencia sería una definición que se ajusta a la de una cultura corporativa propia de la realidad neoliberal del contexto actual.
Por otro lado, habría que agregar que la autoafirmación de independencia reproduce las condiciones de precarización o autoprecarización en el que los individuos participan activamente del modelo, reafirmando su condición., la de precarizados y simultáneamente institucionalizados.
Pensamos que esta precarizacón responde a un elemento colonizador en el que estados, espacios, propuestas y proyectos encarnan la representación de una política de la imagen que naturaliza dicha precariedad, normalizando y participando de los modos de subjetivación en el que un arte o los espacios independientes son un capital cultural que construye, visualiza y vehicula una realidad política determinada por el mercado.
Entonces, la pregunta sería Independientes para quien? Con quien? Y sobretodo para la imagen de quien?… Más allá de las contemporáneas formas del arte, sus aportes y su posible servicio cultural a la comunidad, lo que intentamos pensar es qué subyace a estas estratégicas formas de crear relaciones en el tejido social. Más específicamente, un intento por definir la Independencia, no desde su representación sino desde su funcionamiento.
Ahora bien, como ya hemos dicho, entendemos la Independencia como un mito dentro de las coordenadas actuales de arte y mercado, una producción simbólica que apunta a generar y acumular capital cultural, por parte de artistas y productores culturales. Una Independencia que reafirma a su vez el mito de las democracias liberales que enarbolan la independencia como parte de la libertad individual y legitiman el discurso ideológico del arte y la cultura como “bien social”.
Es entonces cuando muchos espacios/proyectos tienen como función o caen en la función de legitimar políticamente a la institución artística. Aún cuando establecen un juego crítico dentro del mismo sistema, su potencial se ve desactivado porque cuando la crítica a la institución se hace desde o con la institución financiando, restamos coherencia a ese posible avance crítico, entramos al terreno de la política de la representación donde lo único real es ser financiado para seguir adelante en tu afán progresista del arte.
Entonces, definiendo, la cuestión consiste en dar cuenta de los distintos modos de enunciar y construir nuestras propuestas, laboratorios, plataformas, colectivas o cualquier en el marco del arte actual pero sobre todo en la manera en que nos pensamos a nosotros mismos.
La idea de espacios y proyectos autónomos con respecto no solo a la institución sino a la representación del poder institucional del mercado cultural también resulta compleja de definir.
Primero, porque pensar la autonomía dentro de las coordenadas actuales implica una definición en muchos aspectos de la vida, que van más allá de la forma en que concebimos un proyecto o como financiamos dicho proyecto. Desde nuestro punto de vista se trataría de abrir o extender puentes de colectivización de los modos de hacer y pensar el arte y una cierta horizontalidad en los procesos de la crítica cultural, pensar sobre todo desde los márgenes de la democracia liberal actual, como una forma de escapar del régimen ideológico de una falsa independencia.
Implica además una ruptura con el marco disciplinar artístico y un desplazamiento desde la noción de institución artística hacía cooperativismos reales. Pero también y hablando desde la experiencia, implica una crítica sin conflictos de interés, por decirlo de algún modo.
Creemos y sentimos que ante todo se trata de un proceso de autoeducación y autodeterminación, que implica sin duda, el abandono de cierto espacio de poder dentro de la institución artística pero que abre posibles caminos de conocimiento mutuo.
Ir sobre todo, estableciendo prácticas que vayan más allá de la generación de redes que escenifican la acción política, sino hacía reales procesos de confrontación y exploración que solo se dan en la vida cotidiana.
Espacio G, Valparaiso, 2012